Tenemos un sistema alimentario que no cumple con su finalidad primordial: alimentar de forma suficiente y adecuada a todas las personas, que genera un negativo impacto ambiental y que, además, está tensionado por los impactos acumulados de la pandemia y de la guerra en Ucrania.
La situación previa a la pandemia de COVID‑19 no era buena
Durante varios años se habían incrementado las cifras de personas en situación de hambre, inseguridad alimentaria y malnutrición. No se estaba en camino de cumplir los compromisos del ODS 2. Pero la pandemia complicó considerablemente este objetivo. En 2020 entre 720 y 811 millones de personas padecieron hambre, es decir, entre 118 y 161 millones de personas más que en 2019. Y, además, casi 1 de cada 3 personas en el mundo careció de acceso a alimentos adecuados, lo que supuso un aumento en solo un año de casi 320 millones de personas sin acceso a una alimentación adecuada.
La pandemia ha supuesto también una situación de recesión global
El PIB mundial decreció un 3,3% en 2020. En marzo de ese año, con datos prepandemia, el índice FAO de precio de los alimentos era 95,2 y dos años más tarde, con el impacto de la pandemia y de la guerra en Ucrania, el índice alcanzaba un récord histórico: 159,7 puntos. Se estima que más del 60% de la población en situación de hambre vive en países en situación de conflicto, debido a varias razones: pérdidas de cosechas y tácticas de guerra que impiden el cultivo de los campos, el adecuado abastecimiento alimentario para la población, la destrucción de bienes e infraestructuras y de mercados que empobrecen a la población y la obligan a desplazarse, perdiendo sus medios de vida.
La guerra en Ucrania otro factor clave
El peso de Rusia y Ucrania en el comercio internacional de algunos productos agrícolas básicos llevó a la FAO a prever desde el inicio del conflicto un negativo impacto de la guerra en el sistema alimentario y en la crisis alimentaria global. Hay que tener presente que ambos países suponen el 40% de las exportaciones del gas mundial, el 30% de los fertilizantes, el 30% de las exportaciones de trigo, el 50% de las de aceite de girasol y el 23% de las de cebada mundial.
El economista jefe de la FAO, Máximo Torero, ha señalado que “en 2023 podemos tener un problema de abastecimiento de alimentos básicos a nivel global”, es decir, un problema de disponibilidad. Esto podrá disparar aún más los precios, generando graves problemas para los países más vulnerables, que ya han visto encarecerse enormemente sus importaciones de alimentos.
Estamos ante una crisis alimentaria, la tercera en los últimos 15 años, y por tanto, ante una crisis del sistema alimentario mundial. Necesitamos una reforma profunda del sistema alimentario global, con cambios radicales tanto en la forma en que producimos los alimentos como en la forma en que los consumimos. Las soluciones que busquemos tienen que poder responder a largo plazo. Todos y todas podemos contribuir.
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Artículo de José María Medina, que forma parte del Informe “La salud en la cooperación al desarrollo y la acción humanitaria”, publicado por Médicos del Mundo y Médicus Mundi.
Imagen de Chitsu San en Pixabay