¿Debemos arrepentirnos de los ODS?

Artículo de Gonzalo Fanjul, publicado en el blog 3.500 Millones

A menos que se tomen medidas urgentes para aterrizar los compromisos, la idea de reemplazar un puñado de objetivos limitados pero relevantes, comprensibles y realizables por esta suerte de self-service del desarrollo sin obligaciones inmediatas podría tener consecuencias para millones de personas.

Consideren el caso de la salud. La agenda de los ODM estaba centrada en una serie de metas vinculadas casi de forma exclusiva a la salud reproductiva y materno-infantil, la desnutrición y las enfermedades infecciosas. Tal vez era una lista de prioridades limitada, sí, pero ¿poco ambiciosa? Eso habría que preguntárselo a los 6 millones de niños cuyas vidas son salvadas cada año como consecuencia de las decisiones derivadas de esta agenda. Globalmente son 17.000 muertos menos cada día que en 1990 y un avance tectónico en regiones como América Latina y Asia del Este.

Los ODS ven esta apuesta y la elevan de un modo que no tiene precedentes históricos. Por primera vez y para el conjunto de regiones del planeta, la humanidad se conjura para introducir una cobertura universal de salud frente al riesgo financiero, enfrentar las enfermedades crónicas y abordar los determinantes socioeconómicos y medioambientales de la salud, entre otras metas. Cada uno de estos asuntos es relevante en sí mismo y en el modo en que interactúan con los demás generando círculos viciosos de enfermedad y pobreza.

Dirán ustedes que sería una locura quedarnos con la parte si podemos ponernos a trabajar en el todo, pero esto solo es cierto si en el cambio no se diluyen las prioridades y responsabilidades hasta dejar los compromisos en una mera declaración de intenciones. El valor de un proceso de este tipo se reduce a la posibilidad de llevarlo a cabo. Es decir, a la voluntad de los gobiernos para presentar planes de acción concretos que incluyan objetivos políticos y presupuestos para alcanzarlos. En este sentido, la reunión de alto nivel que tuvo lugar en Nueva York la semana pasada fue un cubo de agua fría. De los 193 países firmantes de los ODS, solo 24 presentaron un primer plan de acción voluntario.

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