Tras más de dos años sin poder viajar a terreno hemos conseguido, por fin, reanudar nuestros viajes a Mozambique. Hemos estado del 9 al 19 de mayo y después de tanto tiempo la agenda estaba cargada de reuniones y visitas para poder verlo todo y, fundamentalmente, hablar con la gente, saber cómo estaban y cómo habían pasado estos años de pandemia.
Allí, poco a poco, también se va recuperando la normalidad pero las medidas de prevención frente a la COVID han afectado, y mucho, a sus ya de por si débiles medios de vida. Los precios de los insumos de producción como semillas y fertilizantes, así como la subida del combustible hace difícil mantener su actividad principal de subsistencia: la agricultura. Pero no se rinden, no esperan que les llueva del cielo una subvención, allí no hay apoyos ni ayudas como hemos tenido en este lado del planeta. Cada día se levantan, cogen su azada y van a sus campos de cultivo.
Los proyectos en marcha están siendo de gran apoyo y han permitido que, a pesar de las dificultades, tengan acceso a semillas para las campañas agrícolas, semillas que ellos mismos han conservado de cosechas anteriores con técnicas que las organizaciones socias de allí, con las que trabajamos, les han enseñado.
También pudimos hablar con mujeres de diferentes distritos y estaban profundamente agradecidas e ilusionadas con los grupos de ahorro puestos en marcha, que les han permitido tener un espacio propio de encuentro y aprendizaje, adquirir conocimientos financieros básicos y realizar sus primeras inversiones, que han destinado principalmente a la mejora en las viviendas o a la educación de los niños.