Una pandemia silenciosa: más hambre y malnutrición

Cada 16 de octubre, fecha en que se creó la FAO en 1945, “celebramos” el Día Mundial de la Alimentación con preocupación. Necesitamos actuar con urgencia. A pesar de que en 2015 la comunidad internacional renovó su compromiso de acabar con el hambre y todas las formas de malnutrición con la aprobación de la Agenda 2030, desde ese año los problemas alimentarios han crecido y se han agravado con la pandemia.

Estamos dejando atrás a casi el 40% de la humanidad: más de 800 millones de personas viviendo en situación de hambre crónica, 2.000 millones con hambre oculta (carencias de vitaminas y minerales), 2.000 millones con sobrepeso y obesidad y 3.000 millones que no pueden acceder a una dieta saludable porque es excesivamente cara para ellas.

Nunca ha habido una necesidad más urgente de transformar la manera en que producimos y consumimos alimentos. Según FAO los sistemas agroalimentarios tienen un impacto ambiental tan negativo que los considera sistemas rotos.  Además, señala graves paradojas que se siguen produciendo e incluso agravando:

  • Los pequeños agricultores, que producen más de un tercio de los alimentos del mundo, se encuentran entre los más afectados por la pobreza y el hambre. Y entre esta población, especialmente las mujeres, que tienen un papel fundamental en la seguridad alimentaria familiar, comunitaria y global.
  • Los sistemas agroalimentarios contribuyen en gran medida al cambio climático, que a su vez amenaza la producción de alimentos en las zonas más pobres del mundo.
  • La pérdida y el desperdicio de alimentos desenfrenados convive con personas que dependen de los bancos de alimentos o de la ayuda alimentaria de urgencia.

Por eso, el lema de este Día Mundial de la Alimentación 2021 señala que necesitamos: “Mejor producción, mejor nutrición, un mejor medio ambiente y una vida mejor”; cuatro mejoras necesarias para el cumplimiento de la Agenda 2030 y para no dejar a nadie atrás, que reflejan las interconexiones entre las dimensiones económica, social y ambiental de nuestra alimentación.

Pocos compromisos en la Cumbre de Sistemas Alimentarios

La Cumbre se celebró el pasado 23 de septiembre. De forma casi unánime se repitió el mensaje de que hay que transformar los sistemas alimentarios de forma radical y hacerlo ya. Y además, hacerlos considerando la alimentación como un derecho humano y no como una mera mercancía. Sin embargo, se habló poco de cuáles son las causas profundas, estructurales, que hacen insostenibles los sistemas alimentarios; y de quiénes son los principales responsables de esa insostenibilidad, que deberían ser los primeros en poner en marcha esos profundos cambios asumiendo las principales cargas de esta transformación. Avanzar hacia sistemas alimentarios que sean sostenibles requeriría, entre otras cosas:

  • Apoyar el acceso de las poblaciones dedicadas a la agricultura familiar y campesina a los recursos productivos (tierra, agua, semillas, crédito, extensión…).
  • Reducir significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la producción y consumo de alimentos, que son más de un tercio del total a nivel mundial.
  • Optar por sistemas de producción que consigan revertir la degradación de los suelos productivos (que afecta a más de la mitad de las tierras) y proteger la biodiversidad (en el siglo XX se han perdido el 75% de las variedades agrícolas locales).
  • Usar de forma eficiente y sostenible los recursos hídricos (más del 40% del agua de riego se obtiene en detrimento de las necesidades de los ecosistemas).
  • Poner fin a la pesca excesiva (más de un tercio de las poblaciones de peces se están explotando a niveles biológicamente insostenibles).
  • Reducir al máximo posible el desperdicio alimentario (que afecta aproximadamente a un tercio de los alimentos producidos para consumo humano).
  • Promover dietas más saludables para las personas y el planeta, para lo cual sería necesario internalizar los costes sociales y ambientales en el precio de los alimentos.

Relevo español en la presidencia del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA)

Esta semana se ha celebrado el 49º período de sesiones del CSA, en el que se ha efectuado la renovación de la presidencia que finalmente ha recaído sobre el candidato español, Gabriel Ferrero y de Loma-Osorio, embajador en Misión Especial para la Seguridad Alimentaria Mundial del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España. El Dr. Ferrero tiene una larga trayectoria en España y en Naciones Unidas en las políticas de desarrollo sostenible y, en particular, en la realización del derecho a la alimentación. Fue uno de los artífices del Reto Hambre Cero lanzado por el Secretario General de Naciones Unidas en 2012. Gabriel Ferrerrero ha manifestado su firme compromiso para que el CSA tenga un papel fundamental en la transformación de los sistemas alimentarios para la realización progresiva del derecho a la alimentación.

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