Una crisis de hambre, endeudamiento e insostenibilidad

Un informe del IPES-Food pone en relación la actual crisis alimentaria con el problema de sobreendeudamiento y la insostenibilidad de los sistemas alimentarios

Coincidiendo con la reunión que están teniendo en los primeros días de marzo los líderes mundiales en Qatar para abordar los desafíos que enfrentan los países menos adelantados del mundo, un nuevo informe especial del IPES-Food advierte que nuestros sistemas alimentarios mundiales son insostenibles e inequitativos y además un factor importante de la crisis de deuda, que deja a los países críticamente expuestos y merma su capacidad para invertir en producir alimentos que hagan frente a los efectos del cambio climático y la inseguridad alimentaria.

La deuda pública mundial se encuentra en sus niveles más altos en casi sesenta años y los países más pobres del mundo han visto aumentar los costos del servicio de su deuda en 2022 en un 35%

Crisis superpuestas

Los últimos tres años, con la suma de los impactos de la pandemia de COVID-19 y de la guerra en Ucrania, han provocado una crisis alimentaria grave, con cifras muy preocupantes de inseguridad alimentaria severa, hambruna y necesidad de ayuda alimentaria en más de 45 países. Aunque a principio de 2023 los precios mundiales de las materias primas alimentarias han bajado hasta los niveles de 2021, siguen siendo altos en términos históricos y, para los consumidores, continúan superando las tasas generales de inflación.

Pero, además, en la actualidad el mundo está al borde de una crisis de deuda. Después de una década de niveles de endeudamiento en constante aumento, las finanzas públicas en los países de bajos ingresos se han visto sometidas a una gran presión, afectados por el aumento de los precios de los alimentos y de los costes de importación de fertilizantes y energía. Los rápidos aumentos de las tasas de interés en los países ricos han jugado un papel clave en convertir esas presiones en una crisis de deuda emergente.

Como resultado, la deuda pública mundial se encuentra en sus niveles más altos en casi sesenta años y los países más pobres del mundo han visto aumentar los costos del servicio de su deuda en un 35 % en 2022. Aproximadamente el 60% de los países de ingresos bajos y el 30% de los países de ingresos medios corren un alto riesgo de sobreendeudamiento o ya lo están. Y todo apunta a que los tipos de interés seguirán altos, o subiendo durante 2023, por lo que la situación irá empeorando. Los mayores costos del servicio de la deuda restarán recursos para la protección social, la resiliencia climática, la transformación del sistema alimentario y otras inversiones críticas para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

En este período 2020-2022 varios países han incumplido sus deudas soberanas y otros varios están cerca de ello. A medida que el endeudamiento se sale de control y los países luchan por satisfacer las necesidades básicas de sus poblaciones, las tasas de hambre y pobreza aumentan de forma preocupante. Décadas de progreso ahora están en riesgo y podrían deshacerse por completo por una crisis de deuda prolongada.

Crisis que se retroalimentan: relación entre hambre y deuda

Los sistemas alimentarios mundiales actuales son un factor clave que contribuye a los desequilibrios macroeconómicos y la deuda insostenible en los países de bajos ingresos. Los crecientes costos de las importaciones de alimentos en 2022 demostraron claramente estos vínculos, pero solo fue la punta del iceberg. Como exploramos a continuación, los sistemas alimentarios insostenibles y la deuda insostenible se refuerzan mutuamente a través de una variedad de mecanismos. El resultado de este círculo vicioso es el aumento del hambre y la pobreza en los países más pobres del mundo.

Principales factores impulsores

Los sistemas alimentarios inequitativos e insostenibles de hoy en día juegan un papel clave en este nexo y son una parte fundamental de los desequilibrios macroeconómicos y la crisis de la deuda que enfrentan los países de bajos ingresos. El informe, titulado “Romper el ciclo de los sistemas alimentarios insostenibles, el hambre y la deuda”, identifica y explica cuatro factores impulsores de la crisis de la deuda con sus raíces en los sistemas alimentarios:

  1. Dependencia de las importaciones y del dólar: La dependencia de las importaciones de alimentos y fertilizantes -legado de las rutas de desarrollo agrario prescritas para los países de bajos ingresos en las últimas décadas- genera elevadas deudas e impide que los países inviertan en la diversificación de sus sistemas alimentarios y de sus economías. Los países están cada vez más obligados a conseguir divisas (dólares), a menudo a través de cultivos comerciales, para pagar deudas e importar artículos de primera necesidad.
  2. Flujos financieros negativos: Durante décadas, los gobiernos han recortado el gasto social y subcontratado la inversión en el sistema alimentario a actores corporativos y acreedores, lo que ha resultado en un desarrollo desigual, hambre persistente y el agotamiento de la capacidad estatal y, en última instancia, en la canalización de recursos hacia fuera del Sur Global. En 2021, el servicio de la deuda pública externa de los países en desarrollo ascendía a 356.000 millones de dólares, casi duplicando los 185.900 millones de dólares recibidos ese año como ayuda para el desarrollo. En muchos casos, esto reduce la capacidad de acción estatal para invertir en resiliencia y políticas sociales, incluyendo los programas críticos contra el hambre.
  3. Ciclos de auge-caída que llevan a la consolidación corporativa: Cuando los precios de los alimentos suben, las agroindustrias poderosas y altamente concentradas se benefician, mientras que los agricultores se ven presionados. Y cuando los precios caen, muchos pequeños productores y pequeñas empresas alimentarias quiebran, lo que lleva a una mayor consolidación empresarial y socava la inversión en resiliencia. La consolidación del poder permite a las grandes corporaciones dar forma a los sistemas alimentarios para su beneficio continuo, pero estos beneficios rara vez se convierten en inversiones que se necesitan con urgencia en la resiliencia del sistema alimentario u otros gastos de interés público.
  4. Desajuste climático: El cambio climático está diezmando las cosechas, destruyendo los medios de subsistencia y creando inestabilidad precisamente en los países menos responsables de este problema. En muchos países se suma un alto endeudamiento y una grave vulnerabilidad climática. Los sistemas alimentarios insostenibles de hoy están exacerbando el problema y dejando a los países cada vez más vulnerables a los impactos climáticos. A pesar de esta situación, la transformación de los sistemas alimentarios para desarrollar la resiliencia climática no ha recibido suficiente prioridad ni financiación. En 2009, se prometieron 100.000 millones de dólares anuales de 'financiación climática' a los países en desarrollo para 2020, pero la promesa nunca se cumplió. En la COP-27 en Egipto (2022), se acordó un fondo, pero no hay garantía de que la financiación que llegue sea suficiente y adecuada. Dado que la financiación climática no se materializa, cada vez es más difícil para los países de bajos ingresos pagar sus deudas e invertir en sistemas alimentarios resilientes al cambio climático.

Imagen de JwVein_Pixabay

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