Un gran suspenso para el ODS2 que busca frenar el hambre

Como ha puesto de relieve en su discurso inaugural la vicesecretaria general, Ammina J Mohamed, quedan menos de 6 años para el 2030, con ingentes desafíos planetarios y poco tiempo para abordarlos. Urge una acción más ambiciosa que oriente un cambio de modelo, al servicio de las personas y el planeta, abordando de manera simultánea e interconectada las múltiples crisis que atravesamos: climática, bélica, alimentaria y económica, entre otras.  

Menos de la quinta parte de las metas de la Agenda 2030 están bien encaminadas y ninguno de los objetivos de desarrollo sostenible se cumplirá de aquí a 2030 si no se eleva la ambición y se abordan los problemas desde la raíz de sus causas. 

Seguimos fallando en la lucha contra el hambre

Uno de los objetivos más rezagados es el ODS2, con el que la comunidad internacional revalidaba en 2015 su compromiso de acabar con el hambre y que este año se revisa con especial atención en el Foro Político en el que estamos participando. 

Desde que se aprobó la Agenda 2030, la situación no ha hecho más que empeorar y en 2022 asistimos a un aumento de 122 millones las personas en situación de hambre respecto a 2019, afectando a casi el 10% de la población mundial. Si atendemos a todos los problemas de inseguridad alimentaria, este porcentaje se eleva a casi el 30% (2.400 millones de personas). Y el 60% de los países sufrieron un aumento de precios de los alimentos significativo, como consecuencia de la interrupción de la cadena de suministros tras el inicio de la guerra en Ucrania. 

En Naciones Unidas se vuelve a poner sobre la mesa lo que expertos y expertas de todo el mundo vienen alertando: el cambio climático, los conflictos y la crisis económica han expuesto con más contundencia que nunca la vulnerabilidad de los sistemas alimentarios y su incapacidad para alimentar adecuadamente a la población mundial sin dañar el planeta. 

Sistemas alimentarios más resilientes y sostenibles

Tanto el Informe 2024 del secretario general como el Informe de Desarrollo Sostenible elaborado por SDSN lo ponen en evidencia: urge transformar los sistemas alimentarios para hacerlos más resilientes y sostenibles. Es la única manera de aminorar el impacto de crisis geopolíticas y vaivenes económicos. Y de manera simultánea, se hace indispensable luchar contra la inequidad y desactivar el círculo vicioso que existe entre cambio climático y hambre

Para hacerlo, la hoja de ruta es conocida ya:

  • Inversiones nacionales y globales para apoyar una adaptación de los sistemas de producción al cambio climático, especialmente en los territorios más vulnerables del sur global que menos han contribuido a generarlo.
  • Movilizar recursos para apoyar las explotaciones sostenibles pequeñas o medianas, orientadas a la seguridad alimentaria.
  • Apostar por circuitos cortos de comercialización.
  • Legislar el derecho a la alimentación como un paraguas intersectorial de políticas que garanticen este derecho y proporcionen un marco legal para la exigibilidad.
  • Modelos de consumo sostenibles, asegurando alimentos saludables y sostenibles para todas las personas.
  • Menor dependencia de insumos agropecuarios e importación de alimentos que han sustituido productos tradicionales de alto valor nutritivo.
  • Y políticas urbanas para promover sistemas alimentarios sostenibles también en las ciudades.

Sin embargo, no se llegan a concretar compromisos claros ni financiación suficiente para esta transición de los sistemas alimentarios, necesaria para hacerlos más resilientes y eficaces en la lucha contra el hambre y el cambio climático.

Desde Enraíza Derechos seguimos empujando por este cambio de modelo junto con la sociedad civil de todo el mundo, y estaremos muy atentas a la movilización de recursos que pueda darse en la Cumbre del Futuro y la Conferencia de Financiación para el Desarrollo que se celebrará en España en 2025.

Poder, se puede. ¡Solo necesitamos querer!

Scroll al inicio