Cada 5 de diciembre se celebra el Día Mundial del Suelo. El suelo es un recurso fundamental para la vida. Dependemos de los suelos para producir alimentos saludables porque son la base y sustento de la vegetación y de la biodiversidad. Asimismo, contribuyen a la adaptación al cambio climático porque su papel es clave en el ciclo del carbono y permiten almacenar y filtrar el agua.
Pero los suelos son un recurso no renovable, cuya conservación es esencial para la seguridad alimentaria. Para que se forme un centímetro de suelo tienen que pasar hasta mil años, por tanto, es el producto final del paso del tiempo, combinado con el clima, topografía, organismos vivos (flora, fauna y ser humano), rocas y minerales. Es uno de los ecosistemas más complejos de la naturaleza y uno de los hábitats más diversos de la tierra.
Los suelos albergan una infinidad de organismos diferentes que interactúan entre sí y contribuyen a los ciclos globales que hacen posible la vida, pero en las últimas décadas ha sido un recurso muy olvidado y maltratado. Científicos del Centro Internacional de Información y Referencia de Suelos (ISRIC, por sus siglas en inglés) estimaron ya en 1991 que la humanidad ha degradado un área del tamaño de los Estados Unidos y Canadá juntos, a una velocidad alarmante. A pesar de su gran valor, casi una cuarta parte de la tierra firme del planeta presenta degradación moderada o severa del suelo. En el caso de la tierra cultivada, que es solo el 10% de la tierra firme, más de la mitad está en situación de degradación.
Desde el proyecto AlimentaODS hemos preparado esta infografía para mostrar la importancia de los suelos, el peligro que corren y la oportunidad que tenemos para garantizar su salud.