Quizás el destino de la humanidad esté sobre sus hombros

José María medina Rey, director de Prosalus. ¿Cómo va a ser posible incrementar un 60% la producción mundial de alimentos si las experiencias de agricultura industrial e intensiva nos están dejando un saldo negativo en términos de sostenibilidad?
 

Cada vez que se actualizan los datos del hambre en el mundo nos llevamos las manos a la cabeza. Este año seguimos teniendo más de 800 millones de seres humanos en situación de hambre. Personas que, de acuerdo a la Declaración Universal de Derechos Humanos y al Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, tienen derecho a la alimentación. Posiblemente, ésta es una de las situaciones de mayor violación de los derechos humanos.

Si analizamos otros mensajes que provienen de organismos internacionales nos encontramos la alerta de que la población mundial sobrepasará los 9.000 millones de personas a mitad de este siglo y que, para responder a esa situación, la producción mundial de alimentos deberá incrementarse al menos en un 60%. Y junto a ello, otra alerta igualmente preocupante y con efectos contraproducentes frente a la anterior: nuestro soporte vital se está deteriorando; el mundo está cada vez más contaminado, perdemos biodiversidad a chorros, los recursos naturales se agotan y/o degradan, el cambio climático va a poner a prueba nuestras capacidades de adaptación…

¿Cómo va a ser posible que incrementemos un 60% la producción mundial de alimentos si las experiencias de agricultura industrial e intensiva nos están dejando un saldo negativo en términos de sostenibilidad? La respuesta, la esperanza, LA opción ‒probablemente la única que parece razonable, viable y sostenible‒ es la apuesta por la agricultura familiar y campesina, que es el tema de referencia del Día Mundial de Alimentación 2014: “Agricultura familiar: alimentar el mundo, cuidar el planeta”.

Durante mucho tiempo se les ha prestado poquísima atención y poquísimo apoyo. Parecía que no era moderno ni avanzado ni eficiente dedicar recursos a apoyar la pequeña agricultura de base familiar y campesina. Los grandes proyectos agroindustriales tenían mucho más potencial. Han hecho falta muchos descalabros para que por fin se extienda el convencimiento de que la agricultura familiar y campesina, esa que está gestionada y operada por una familia y que depende principalmente de la mano de obra familiar, incluyendo tanto a mujeres como a hombres, esa que tanto en países en desarrollo como en países desarrollados es la forma predominante de agricultura en la producción de alimentos, es la que tiene un mayor potencial para combatir el hambre, para aumentar la producción cuidando al mismo tiempo de los recursos productivos (tierras, aguas, semillas, biodiversidad, conocimientos…)

La agricultura familiar, practicada sobre bases agroecológicas, tiene también mayor capacidad de adaptación y mitigación del cambio climático. Tiene la virtud de rescatar los alimentos tradicionales y contribuir a una dieta equilibrada, a la protección de la biodiversidad agrícola del mundo y al uso sostenible de los recursos naturales. Representa una oportunidad para dinamizar las economías locales, especialmente cuando se combina con políticas específicas destinadas a la protección social y al bienestar de las comunidades.

Invertir recursos en apoyar a las familias campesinas, a las explotaciones agrícolas familiares, para que mejoren sus capacidades, para que incorporen innovaciones, para que conserven todas las buenas cosas que merece la pena conservar, para que desarrollen sus potencialidades de protección y promoción de los recursos naturales, para que mejoren las condiciones de vida del medio rural y sigan contribuyendo a la vertebración de los territorios, es invertir en el futuro de la humanidad. En el mundo hay más de 500 millones de explotaciones agrícolas familiares que producen más de la mitad de los alimentos y que tienen un gran potencial de mejora y de incremento de la productividad de forma económica, social y ambientalmente sostenible.

Cuando veamos a un campesino o campesina trabajando en el campo, vistiendo y viviendo con austeridad, unidos con profundas raíces a la tierra, esforzándose por salir adelante en un mundo que, en lugar de ayudarles, les ha puesto muchísimas trabas e incluso les ha hecho la competencia desleal, no pensemos que son unos paletos, que no son modernos, que no son “fashion”. Quizás el destino de la humanidad esté sobre sus hombros.

Con mi reconocimiento a ellos y a ellas. Feliz Día Mundial de la Alimentación.

 

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