La celebración del Día Mundial de la Alimentación de este año 2020 coincide con el 75 aniversario de la creación de la FAO. El mensaje que se está transmitiendo en este día enlaza directamente con la necesidad de impulsar sistemas alimentarios sostenibles para poder avanzar en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), justamente ahora que se va a iniciar la década de acción para los ODS, un período en el que Naciones Unidas pide a todos los actores públicos y privados que redoblen sus esfuerzos para poder cumplir los objetivos de la Agenda 2030.
Esto no es casual; la alimentación está estrechamente relacionada con multitud de objetivos y metas de esta Agenda. No podemos mirar solo al ODS 2 orientado específicamente a la erradicación del hambre y de todas las formas de malnutrición. La Agenda 2030 es una red de objetivos y metas en la que las relaciones entre unos y otros son tan importantes como la formulación de cada ODS.
Así, la manera en que se enfoquen el conjunto de los objetivos repercutirá en las posibilidades de acabar con el hambre y con todas las formas de malnutrición. Y, en el otro sentido, para conseguir logros en el conjunto de los ODS es necesaria una transformación del sistema agroalimentario de forma que se vaya orientando hacia dietas saludables y sostenibles.
Por ejemplo, a través de modelos más sostenibles de producción, procesamiento, distribución y consumo de alimentos, se puede tener un impacto positivo en la reducción de GEI (se estima que actualmente el 37% provienen de los sistemas alimentarios) y se puede ayudar a la regeneración de más de la mitad de los suelos productivos que actualmente están moderada o severamente degradados, así como a la conservación de los mismos a largo plazo.
La existencia de muchos tipos y variedades de plantas y animales, hace que el planeta sea un lugar más saludable, sostenible y productivo; los sistemas alimentarios sostenibles pueden ayudar a la preservación de la biodiversidad (en los últimos 50 años se ha perdido más del 25%). También, a través de un uso más eficiente del agua, pueden ayudar a reducir el consumo de agua dulce, del que solo la agricultura supone casi el 70% actualmente.
Todo esto requiere la implicación de todos los actores de la cadena alimentaria, desde los productores hasta los consumidores, incluyendo también a las administraciones públicas que deben ejercer de forma adecuada la rectoría del sistema y las empresas del sector agroalimentario.
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