Artículo de Alejandra Agudo publicado en Planeta Futuro - El País.- Han pasado cinco años desde que se aprobaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) el 25 de septiembre de 2015, en la 70 Asamblea General de las Naciones Unidas. Ya no hay motivos para vítores: los avances que se venían produciendo para lograr un mundo más justo, pacífico y un planeta habitable en 2030 eran lentos e insuficientes para conseguir las metas establecidas, como erradicar la pobreza y el hambre, alcanzar la igualdad de género o garantizar una educación de calidad para todos. Y llegó la pandemia para revertir décadas de progreso.
Los anteriores Objetivos del Milenio, que implicaban únicamente a los países pobres, no consiguieron las metas propuestas, aunque sí se conseguieron grandes avances, sobre todo en la lucha contra la pobreza extrema. En 25 años se redujo drásticamente el número de personas que vivían con menos de 1,90 dólares al día, pasando de 1.900 millones (36% de la humanidad) en 1990 a 734 millones (10,7% de la población mundial) en 2015.
Había motivos para la esperanza. Tras años de debates, una vez alcanzado un consenso sin precedentes, la más ambiciosa de las agendas internacionales de la historia, era el momento de la acción. Ya lo dijo la primera ministra noruega, Erna Solberg, en su discurso: “Necesitamos menos conversación y más acción”. Ese era el mensaje. Desde entonces, el contenido no ha cambiado y la ONU ha ido abandonando año tras año, informe tras informe, su tono predominantemente optimista para convertirlo en una advertencia: de seguir el ritmo y la senda actuales, no se va a lograr ninguno de los objetivos.
Cada julio, decenas de países han pasado examen voluntariamente ante las Naciones Unidas para exponer sus progresos. España lo hizo en 2018 cuando todavía, tres años después de su aprobación, la Agenda 2030 —hoy con rango de vicepresidencia— era una gran desconocida en el país y un recién creado Alto Comisionado intentaba hacerla famosa. Aunque en cada cita los mandatarios exponían sus progresos, esfuerzos y gran compromiso con la agenda, los datos no acompañaban a las palabras. El hambre era el gran ejemplo: tras 13 años de progresos, en 2016 aumentó. Y la tendencia al alza ha continuado después.
El impacto de la covid-19 y las medidas que se han tomado para frenar la pandemia, van a revertir muchos de ellos. Estudios, informes, proyecciones estadísticas dan cuenta del coste humano, social y económico de la pandemia más allá de las vidas que el virus se está cobrando (984.444 hasta la fecha). Por primera vez desde 1990, este 2020 cae el desarrollo humano, tal como lo mide el índice que cada año elabora el PNUD. Achim Steiner, administrador de este organismo de la ONU, estimaba en dos décadas el posible retroceso. El número de hambrientos agudos podría duplicarse a final de año, según el Programa Mundial de Alimentos. Las medidas de confinamiento y restricción de movimiento, provocarán que 47 millones de mujeres dejen de tener acceso a métodos de planificación familiar y habrá siete millones de embarazos no deseados en seis meses en 114 países de renta baja y media, alertaba el Fondo de Población de la ONU (UNFPA) a finales de abril. Justo en el que estaba llamado a ser el super año en las Naciones Unidas, el del 75 aniversario de su creación y el quinto de la aprobación de los ODS.
Si antes había que pasar a la acción para "cambiar el rumbo" hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en palabras del Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres: "ahora, es urgente".