José María Medina, director de Prosalus. Para la mayoría de la gente es imposible de entender. ¿Cómo se puede explicar que las rigurosas evaluaciones científicas del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) lleven años encendiendo las luces rojas de alerta, pero las decisiones políticas para hacerle frente sean tan tímidas y sigan retrasando un enfrentamiento serio del problema? ¿Cómo es posible?
Se celebra en Madrid la Conferencia de las Partes (COP25) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). ¿Será un auténtico punto de inflexión en la lucha contra el cambio climático o será otro ejercicio más de desesperante diplomacia que vuelve a postergar el coger el toro por los cuernos? ¿Qué intereses hay detrás para que se opte por seguir caminando hacia el abismo en lugar de cambiar de dirección?
Resulta muy difícil de entender. Incluso para quienes tenemos la oportunidad de recibir amplia información, de acceder a contenidos específicos, de seguir la cobertura de medios, de vivir las movilizaciones sociales que –también en este tema- van por delante de la falta de compromiso de la clase política. Para las personas en situación de alta vulnerabilidad, que viven en países que apenas han contribuido al cambio climático pero que lo sufren de forma extrema, es simplemente incomprensible.
Esta es la gran injusticia del cambio climático: unos hemos contribuido en mayor medida a que nuestro planeta tenga fiebre y otros sufren con mayor intensidad el malestar de sus efectos. Multitud de poblaciones campesinas de países situados en las zonas tropicales, que dependen de la agricultura para sobrevivir, se encuentran con el desconcierto y el desafío de que las temporadas de lluvias han cambiado, que no se sabe cuándo ni cuánto lloverá, que las temperaturas oscilan al alza o a la baja matando cultivos, que se presentan nuevas plagas que antes no habían tenido que enfrentar, que cada vez hay más fenómenos climáticos extremos y cada vez son más virulentos.
Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM) la sequía en África provocará que la producción regional de cereales sea un 8% menor que el promedio de los últimos 15 años, por lo que se espera que 12,5 millones de personas sufran una grave inseguridad alimentaria hasta marzo de 2020. (El País)
Huertos comunitarios en Senegal
Prosalus está colaborando con muchas comunidades campesinas en varios países para apoyar su capacidad de adaptación al cambio climático, para que puedan seguir produciendo sus alimentos. Además, frente al modelo de agricultura industrial que es un gran emisor de gases de efecto invernadero, la agricultura campesina basada en prácticas agroecológicas es parte de la solución y puede ayudar a mitigar el cambio climático.
Este es el trabajo que estamos apoyando con muchos grupos de mujeres en varios lugares de Senegal. Son mujeres que están trabajando duro de forma asociada para poner en marcha huertos que les permitan alimentar a sus hijos. Un gran esfuerzo en formación, selección y siembra de semillas, instalación de sistemas de riego, titulación de tierras, sistemas de almacenaje y transformación, todo ello acompañado de alfabetización, formación en derechos humanos y liderazgo.