En estos días se ha hecho público el informe “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición 2019” que elaboran en colaboración la FAO, el FIDA, la OMS, el PMA y el UNICEF. Otra vez, por tercer año consecutivo, nos encontramos con el mal dato de que el hambre aumenta en el mundo. Parece que la aprobación en 2015 de la Agenda 2030 de Naciones Unidas que incluye un objetivo (ODS 2) de erradicación del hambre y todas las formas de malnutrición está consiguiendo el efecto contrario. Paradójico.
Junto a los conflictos y el cambio climático, que estaban detrás en los últimos años de los malos resultados en la lucha contra el hambre, las desaceleraciones económicas impulsan el reciente aumento del hambre. Los nuevos datos confirman que el hambre ha ido en aumento en muchos de los países cuya economía ha entrado en una fase de desaceleración o de contracción.
Según los datos del informe, la mayoría de los países (65 de 77) en los que la subalimentación aumentó entre 2011 y 2017, fueron países cuya economía se debilitó y su crecimiento se desaceleró. Quizás lo más sorprendentemente sea que, en la mayoría de los casos, no se trataba de países de ingresos bajos, sino de países de ingresos medianos, que en gran medida dependían de las exportaciones o importaciones de productos básicos primarios (52 de los 65 países).
En cuanto a España, la situación ha empeorado, a pesar de que no estamos en situación de conflicto, no parece que por el momento los impactos del cambio climático sean dramáticos y, según las informaciones que se difunden, nuestra economía se recupera, con un crecimiento superior al esperado y superior al conjunto de la Unión Europea. Sin embargo, según vemos en el informe de seguridad alimentaria, ¡el hambre también crece en España!
"La inseguridad alimentaria grave nos habla de personas que han tenido que pasar días enteros sin comer"
En 2016 había en nuestro país medio millón de personas que padecían inseguridad alimentaria grave. En 2017 esa cifra aumentó a 600.000 personas y en 2018 a 700.000. Esto está medido con la escala FIES (experiencia de inseguridad alimentaria) que incorpora, a través de una amplia muestra de encuestas, la experiencia de las personas. El dato de inseguridad alimentaria grave nos habla de personas que han tenido que pasar días enteros sin comer. Esto ha empeorado en España rápidamente en los últimos tres años. Si le agregamos la cifra de quienes sufren inseguridad alimentaria moderada (personas que han tenido que reducir el número de comidas o las raciones o han tenido que optar por alimentos más baratos aunque sean menos saludables y nutritivos) el número asciende a 3,5 millones de personas.
Y además el informe vuelve a señalar un empeoramiento en otra de las formas de malnutrición, la obesidad, que se incrementa de 10,3 a 10,5 millones de adultos en nuestro país. Es decir, el 27,1% de toda la población adulta en situación de obesidad.
En el informe se insta a adoptar medidas en dos frentes: el primero, salvaguardar la seguridad alimentaria y la nutrición por medio de políticas económicas y sociales que ayuden a contrarrestar los efectos de las desaceleraciones y los debilitamientos de la economía, tales como garantizar fondos para redes de seguridad social y garantizar el acceso universal a la salud y la educación; y, el segundo, hacer frente a las desigualdades existentes en todos los niveles por medio de políticas multisectoriales que permitan lograr formas sostenibles de escapar de la inseguridad alimentaria y la malnutrición. La acción en estos dos frentes requiere respuestas de políticas a corto y a largo plazo que dependerán de la capacidad institucional y de la disponibilidad de mecanismos y fondos para contingencias destinados a apoyarlas.
Parece que tenemos muchos deberes pendientes si queremos cumplir el ODS 2, para acabar con el hambre y la malnutrición.
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Escrito por José María Medina, director de Prosalus.
Ilustración de Tomás Sancha Lengo