En este artículo de Oscar Lanza, director de Justicia, Salud & Desarrollo Bolivia -que reproducimos parcialmente- se hace un llamamiento a la necesidad de humanizar la medicina.
Un Sistema Nacional de Salud (SNS) es la suma de todas las organizaciones, instituciones y recursos cuyo objetivo principal consiste en mejorar la salud. Los SNS prestan gran atención a los determinantes biológicos y físicos, mientras no todos lo hacen suficientemente, a los determinantes sociales de la salud que son las circunstancias en que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen, incluido su acceso a los servicios de salud. Estas circunstancias son el resultado de la distribución del dinero, el poder y los recursos a nivel mundial, nacional y local que dependen, a su vez, de las políticas adoptadas por los estados. De esta forma, que las personas estén sanas o enfermas resulta ciertamente condicionada por las estructuras y sistemas sociales que determinan las diferencias de poder, la asignación y distribución de los recursos.
Los determinantes sociales de la salud explican la mayor parte de las inequidades sanitarias, esto es, las diferencias injustas y evitables observadas en y entre los países en lo que respecta a la situación sanitaria. Los Sistemas Nacionales de Salud (SNS) son parte esencial para la protección social de los ciudadanos y reflejan el grado de alcance de bienestar y de una vida digna garantizando justicia social e igualdad, sin discriminación, en el acceso a la asistencia sanitaria de calidad aceptable, contribuyendo así a la credibilidad y a la cohesión social.
"¿De qué sirve el crecimiento económico y los avances medico científicos tecnológicos, si no son accesibles para la mayoría de los habitantes, ni representan un real beneficio para su bienestar?"
Los sistemas de salud, a través de la equidad en su financiación (financiación de acuerdo con la capacidad de pago) y en el acceso (acceso de acuerdo con la necesidad y no sobre la base de la capacidad de pago), deben contribuir a una genuina redistribución de la riqueza desde los sectores más ricos hacia los más pobres y desde los sanos en solidaridad con los enfermos, buscando un desarrollo armónico sostenible e intergeneracional, debiendo corregir oportunamente factores negativos para la salud, como la deshumanización de salud y cuidar que los costos sanitarios no sean un impedimento para el ejercicio del derecho a la salud y asumidos por fondos públicos, para preservar valores tales como la solidaridad, universalidad, el acceso a la atención digna, de calidad, con equidad, en el marco de respeto a los Derechos Humanos.
EL GASTO MUNDIAL EN SALUD
Si bien lo anterior resulta ser lo deseable, es innegable que existe una silenciosa tensión en la actual orientación de los Sistemas Nacionales de Salud (SNS). De una parte aquella que concibe la salud como parte del desarrollo humano e individual de las personas, con una perspectiva humanista, que propone una efectiva protección del Estado, y por otra, la que considera que las acciones de salud (incluida la atención en salud, las acciones destinadas a su mantenimiento y recuperación) deben someterse a las reglas del mercado, reduciendo el derecho a la salud, de una categoría de bien social, a la categoría de una simple mercancía. La limitación de recursos y la crisis económica son utilizados como argumentos frecuentes para la exclusión, ahondando las inequidades y la injusticia social en salud, cuando la causa verdadera es el modelo de política adoptada, que tiene repercusión en la salud y en la vida de la gente, al ser o no clasificada como prioridad social.
En esta tensión, el análisis del gasto mundial en salud no está ausente, ya que su magnitud es de aproximadamente USD 7 trillones de dólares anuales, fondos que resultan un objetivo muy atractivo y lucrativo en el ámbito de los negocios y de las finanzas, mientras que la realidad social y humanitaria señala que un 93% de la carga de enfermedad en el planeta aún se da en los países en desarrollo, que consumen apenas el 11% del gasto mundial en salud y registran el 80% de la carga de enfermedad. Como consecuencia cada año, según la OMS (Organización Mundial de la Salud), más de 100 millones de personas se ven sumidas en la pobreza, simplemente porque al no tener protección social se ven forzadas a pagar su atención sanitaria y los medicamentos que necesitan. Millones de seres humanos aún no tienen atención de salud digna y de calidad aceptable.
Si bien se insiste en que el crecimiento económico aumenta la riqueza, por sí solo no genera bienestar ni mejora la situación de salud de los ciudadanos si estos no la exigen. Surge la interrogante: ¿de qué sirve este crecimiento y los avances medico científicos tecnológicos, si no son accesibles para la mayoría de los habitantes, ni representan un real beneficio para su bienestar?, ¿es que más bien, no agravan y profundizan las inequidades e injusticias sociales, como en el caso de salud?
TRANSPARENCIA, CONCENTRACIÓN DE LA RIQUEZA Y DERECHO A LA SALUD
Recientes informes señalan que el bienestar en la mitad más pobre de la población mundial, en los últimos años se ha deteriorado y reducido en un estimado de USD 3000 millones de dólares (tres trillones de dólares) desde el año 2010 hasta fines del 2015, con una caída del 41%, mientras la población mundial creció en este periodo en aproximadamente 400 millones de personas, al tiempo que la riqueza de los 62 personajes considerados los más ricos del planeta, se ha incrementado en más de la mitad de estos tres trillones (aproximadamente USD 1.76 billones). Sigue leyendo