Se estima que, de los 1,300 millones de personas que viven en la pobreza, el 70% son mujeres. Ellas trabajan las dos terceras partes de las horas de trabajo en el mundo y producen la mitad de los alimentos del mundo y sin embargo apenas perciben el 10% del ingreso y son dueñas de menos del 1% de la propiedad mundial.
El derecho a una alimentación adecuada se encuentra reconocido en diversos instrumentos del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. El Pacto Internacional sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales en su Artículo 11, párrafo 2, reconoce “el derecho fundamental de toda persona a estar protegida contra el hambre”. La declaración Universal sobre la Erradicación del Hambre y la Malnutrición señala que “Los gobiernos tienen la responsabilidad fundamental de colaborar entre sí para conseguir una mayor producción alimentaria y una distribución más equitativa y eficaz de alimentos entre los países y dentro de ellos”.
Una desigual distribución del alimento conduce a un incremento de la desnutrición, la cual puede reducir el potencial de aprendizaje, incrementar los riesgos de salud en el embarazo y reducir la productividad. Estos factores disminuyen las habilidades económicas de las mujeres, deteriora la igualdad de género y encierran a las mujeres en un círculo vicioso de pobreza y baja nutrición. Encontramos cifras preocupantes en el tema alimentario de las mujeres: del total de personas que padecen hambre en los países en vías de desarrollo, el 70% son mujeres y niñas y la anemia afecta al 45% de las mujeres en estos países, frente al 25% de los hombres.
Según Carmen Lahoz en su artículo “El papel clave de las mujeres en la seguridad alimentaria”: diversos estudios han demostrado que uno de los principales factores que afecta el estado nutricional de los niños y las niñas es el nivel educativo de las madres. En Honduras recientemente se estudió la relación entre los años de educación de la madre y el porcentaje de desnutrición de los hijos. Se comprobó que el nivel de desnutrición de los niños cuyas madres nunca habían asistido a la escuela alcanzaba el 49,9 % mientras que este porcentaje disminuía hasta un 7,6 % en madres con más de 7 años de escolarización. Además, el grado de analfabetismo de las mujeres en las zonas rurales limita su participación en la capacitación técnica, en los servicios de extensión agrícola y en la adopción de nuevas tecnologías, además de representar un gran limitante para la obtención de crédito.
La realización del Derecho a la Alimentación de las mujeres requiere comprender este derecho desde una mirada integral…