Este año, la FAO centra la celebración del Día Mundial de la Alimentación en el impacto del cambio climático en la agricultura y la alimentación, bajo el
lema “El clima está cambiando; la alimentación y la agricultura también”. Toda la reflexión y la preocupación sobre la sostenibilidad medioambiental está intensamente presente en la nueva Agenda de desarrollo 2030 y en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, pero
cabe preguntarse hacia dónde van a cambiar la agricultura y la alimentación.
La nueva agenda que orientará los esfuerzos por el desarrollo y la sostenibilidad de la comunidad internacional a lo largo de los próximos tres lustros dedica uno de sus 17 objetivos a la erradicación total del hambre y la malnutrición, y lo desgrana en un conjunto de metas de envergadura que tienen, como principales estrategias, el desarrollo de las zonas rurales, el apoyo a la agricultura y pesca sostenibles, la prioridad a los pequeños agricultores y agricultoras, ganaderos y pescadores, especialmente en los PMA.
Pero
conviene no perder de vista las estrechas interrelaciones que hay en el conjunto de la Agenda 2030. De hecho, teniendo en cuenta las tres dimensiones de la sostenibilidad -económica, social y medioambiental-, a partir de un primer análisis, podemos decir que
casi el 20% de las metas guardan una relación bastante directa con las posibilidades de realización de la seguridad alimentaria y nutricional y del derecho a la alimentación.
En los últimos años, en el proceso de cierre de la agenda de los ODM y de definición de la nueva agenda de los ODS, los organismos internacionales especializados en la lucha contra el hambre, especialmente la FAO, han señalado que, frente al desafío de una humanidad creciente que alcanzará los 9.000 millones de seres humanos antes de mitad de este siglo, se necesitará un incremento del 60% de la producción mundial de alimentos. Este tipo de declaraciones pueden dar una primera impresión errónea de que la principal causa del hambre –y, por tanto, el principal desafío para erradicarla– estriba en la producción mundial de alimentos. Sin embargo, los numerosos estudios y análisis realizados con posterioridad a la gran crisis alimentaria de 2008 muestran que
hasta ahora los principales problemas tienen que ver con el acceso a los alimentos más que con la disponibilidad. Y muestran, igualmente, que la trama de causas que provocan el hambre y la malnutrición es sumamente compleja, con factores de muy diversa naturaleza que, tanto desde el lado de la oferta mundial de alimentos como desde el de la demanda, interactúan entre sí con efectos sinérgicos, teniendo muchos de ellos un carácter estructural, no meramente coyuntural.
Del mismo modo que no ha habido una sola causa que explique el fenómeno global del hambre, tampoco puede haber una sola solución. SEGUIR LEYENDO...