Nos hallamos inmersos en tiempos revueltos, complicados, muy difíciles y sin una hoja de ruta clara para seguir adelante. Tiempos en los que las actividades bárbaras, brutales, inhumanas que han tenido lugar y siguen presentes en muchos lugares del planeta vienen desbaratando los planes de la humanidad. En ese mundo convulso, la Unión Europea cierra el Año Europeo del Desarrollo (2015) con una reflexión sobre los derechos humanos y la gobernanza, reflexión muy pertinente para descubrir una hoja de ruta que sigue estando vigente, que sigue siendo válida y, sin embargo, pocas veces tomamos en consideración.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada el 10 de diciembre de 1948, es una hoja de ruta que pone a las personas en el centro de la humanidad: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros” (artículo 1) y se considera “esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho…” Para la Unión Europea, los derechos humanos son la piedra angular de las sociedades dinámicas e integradoras cuyos gobiernos trabajan en interés de la ciudadanía. La relación entre derechos humanos y gobernanza no es casual porque, cuando falla la gobernanza, el reconocimiento de los derechos humanos se debilita hasta el punto de que muchas personas no los ven reconocidos, especialmente, las personas más vulnerables.
¿Qué se entiende por gobernanza? Para la Real Academia Española, la gobernanza es el “arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”. El concepto de la buena gobernanza surgió a finales de los años ochenta para abordar los fallos en las políticas de desarrollo debidos a problemas de gestión de los asuntos públicos, entre ellos la falta de protección de los derechos humanos. La gobernanza y los derechos humanos se refuerzan mutuamente porque ambos se basan en los principios básicos de participación, rendición de cuentas, transparencia y responsabilidad de los Estados. Si no se da la buena gobernanza, se hace difícil -si no imposible- el respeto, protección y garantía de los derechos humanos por parte de los Estados.
No es de extrañar que la Unión Europea trate conjuntamente los temas relacionados con los derechos humanos y la gobernanza en el contexto del desarrollo. Así lo vienen haciendo desde las Naciones Unidas y, al respecto, se resalta que mientras los derechos humanos requieren un clima favorable y propicio, en particular normas, instituciones y procedimientos apropiados que enmarquen la actuación del Estado, las políticas de buena gobernanza deben dar a los individuos la posibilidad de vivir con dignidad y libertad. La mayor amenaza para la buena gobernanza viene de la corrupción, la violencia y la pobreza, todo lo cual debilita la transparencia, la seguridad, la participación y las libertades fundamentales.
Los derechos humanos fortalecen los marcos de buena gobernanza mediante su integración efectiva en la legislación, en la política y en el día a día de las actividades de los Estados. La buena gobernanza promueve la equidad, la participación, el pluralismo, la transparencia, la responsabilidad y el Estado de derecho. La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece la hoja de ruta para la gobernanza porque, si no hay buena gobernanza, el respeto, la protección y la garantía de los derechos humanos son inviables.