La pandemia del COVID-19 ha sumergido al mundo en una emergencia sanitaria sin precedentes y su consecuente crisis económica y social. Las medidas de confinamiento, para evitar en lo posible la propagación planetaria del virus, se han traducido en una pérdida de ingresos para muchas personas, hasta el punto de ver afectado el acceso regular a los alimentos.
La seguridad alimentaria de muchas familias, aquí y en el resto de los continentes, está gravemente amenazada. Sin ir más lejos, en Madrid, las llamadas colas del hambre no dejan de aumentar día tras día. En marzo, el Ayuntamiento de Madrid recibió el mismo número de peticiones para ayuda alimentaria que en todo el año 2019: más de 34.000. Antes de la pandemia del COVID-19, unas 600.000 personas en España sufrían inseguridad alimentaria y todo apunta a que la cifra ha aumentado notablemente. A la pandemia del coronavirus se ha sumado la pandemia del hambre.
Los recursos que está proporcionando el Estado para asistir a las personas que, por causas económicas, no tienen acceso a los alimentos son limitados, por ello muchas organizaciones de la sociedad civil están volcando sus esfuerzos en apoyarlas. Miles de personas voluntarias realizan reparto de comida, entregan alimentos, productos de higiene o medicamentos.
Simultáneamente, han surgido de forma espontánea redes solidarias vecinales para apoyar a todas aquellas personas del vecindario que tienen problemas para adquirir alimentos. Un ejemplo de estas iniciativas son las despensas solidarias, gestionadas por asociaciones vecinales y plataformas improvisadas, que recogen comidadonada por particulares y comercios. Ante tales emergencias, el Estado debe garantizar a todas las personas el acceso a los alimentos. Por ello, desde el Gobierno central, los gobiernos autonómicos o las entidades locales, se debe aumentar la asistencia alimentaria de emergencia y asegurar los programas de protección social. Nos lo ha anunciado la FAO: “El hambre urgente puede atacar a más de cien millones de personas.”
Preocupados como estamos por hallar una vacuna que frene el COVID-19, debemos tener muy presente que ya existe la vacuna contra el hambre, la desnutrición y la inseguridad alimentaria: garantizar el derecho a la alimentación. La pandemia del hambre nos acompaña desde siempre y ahora está entre nosotros, más cerca que nunca. No por ello debemos olvidar ala población campesina y rural de los países empobrecidos, nuestros compañeros y compañeras de trabajo en Mozambique, Senegal, Perú o Bolivia, países en los que no solo falta el alimento de hoy sino también las semillas y los recursos para cosechas futuras.
Ahora más que nunca el derecho a la alimentación debe ser una prioridad política. Ahora más que nunca es necesario garantizar el abastecimiento de productos que ofrezcan una alimentación saludable y adecuada para todas las personas. Ahora más que nunca todos los Estados deben proteger y garantizar los derechos humanos y, si se garantiza el derecho humano a la alimentación, las personas podemos hacer frente a la pandemia del hambre.
Imagen de Juan Carlos Aceros bajo licencia CC BY-NC-SA 2.0