Cierto asombro produce hablar de ‘agricultura climáticamente inteligente’, especialmente al ir desentrañando esa especie de telaraña que se está tejiendo a su alrededor. Pero primero, aclaremos de qué estamos hablando. En el año 2010, en la Conferencia sobre Agricultura, Seguridad Alimentaria y Cambio Climático, celebrada en La Haya, la FAO presentó la “agricultura climáticamente inteligente” (CSA por sus siglas en inglés -Climate-Smart Agriculture-) como la agricultura que incrementa de manera sostenible la productividad, la resiliencia (adaptación), reduce/elimina gases de efecto invernadero y fortalece los logros de metas nacionales de desarrollo y de seguridad alimentaria; un enfoque para desarrollar condiciones técnicas, políticas e inversiones con el fin de lograr una producción agrícola sostenible y la seguridad alimentaria en el contexto del cambio climático. En definitiva, lograr un sector agrícola productivo, resiliente y sostenible.
Con inusitada celeridad se han ido moviendo las fichas en lo que podríamos llamar el tablero de la agricultura climáticamente inteligente, entre otros motivos, porque se mueven fondos importantes en el ámbito del cambio climático y porque no tenemos respuesta a la pregunta: ¿qué se puede llamar o no ‘climáticamente inteligente’? En ese río revuelto de intereses económicos y buena imagen corporativa, un cúmulo de entidades, especialmente de corporaciones agroindustriales, ya forman parte de la Alianza Mundial por una Agricultura Climáticamente Inteligente, lanzada hace un año, algunos de cuyos miembros han demostrado escasa o nula sensibilidad con el medio ambiente o con las repercusiones del cambio climático (Monsanto, Walmart, McDonalds…). De hecho, muchas instituciones, gobiernos, universidades han apoyado la agricultura climáticamente inteligente utilizando argumentos con tintes ecológicos, tales como “agricultura adaptada al cambio climático”, “agricultura intensiva, sostenible y ecológica”, “producción industrial en monocultivo de alimentos orgánicos”… que ha dado como resultado una confusión importante de conceptos, llegando a identificar, de forma interesada, producción agrícola industrial con agroecología.
Desde la sociedad civil, incluyendo movimientos sociales, organizaciones de campesinos y de campesinas, de productores a pequeña escala, consumidores y organizaciones religiosas de todo el mundo están mostrando su preocupación por la peligrosa retórica que se está elaborando a propósito de la agricultura climáticamente inteligente, al margen de las agencias de las Naciones Unidas, minando los enfoques agroecológicos.
Todo ello queda explícito en el manifiesto que han presentado organizaciones de la sociedad civil instando a los representantes políticos a que se opongan a “los maquillajes verdes” y promuevan el papel clave de la agroecología para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional, así como la soberanía alimentaria ante las consecuencias del cambio climático en todo el planeta.
PROSALUS es una de las organizaciones signatarias de este manifiesto.
Enlace al manifiesto en castellano (incluyendo la lista de firmantes, que se va actualizando cada día)
Fotografía: BASF_CC BY-NC-ND 2.0