#CuidandoLaRaíz

Cuidando la Raíz

Un sistema alimentario SOStenible para alimentarnos, vivir y cuidar de la naturaleza

Cuidando la Raíz

Un sistema alimentario sostenible para alimentarnos, vivir y cuidar de la naturaleza

¿Sabes qué hay detrás de lo que comemos?

Nos estamos comiendo el mundo ¡Literalmente!

Nos estamos comiendo el mundo ¡Literalmente!

El sistema alimentario actual no está siendo capaz de alimentar de manera justa a toda la población. Y, además, está provocando un gran daño ambiental.

Necesitamos darle la vuelta al sistema por uno más sostenible que cuide a las personas y al planeta, actuando desde la raíz de sus problemas. Un nuevo modelo para producir, distribuir y consumir alimentos.

¡El mundo no es capaz de digerir nuestro sistema alimentario!

¿Sabes por qué?

¡El mundo no es capaz de digerir nuestro sistema alimentario!

¿Sabes por qué?

Infografia sobre el Desperdicio

Más de un tercio de la producción mundial de alimentos, concretamente un 32%, acaba en el cubo de la basura. Aproximadamente el 13% de los alimentos producidos entre la cosecha y la venta minorista, es decir, en la cadena de suministro, se perdieron en 2021, el equivalente a 931 millones de toneladas o 120 kilogramos (kg) per cápita. Y en torno al 19% de la producción total de alimentos se desperdicia en los hogares, la restauración y el comercio al por menor.

Los sistemas alimentarios son los responsables de casi el 40% de las emisiones que aceleran el cambio climático. Si ponemos el foco únicamente en el desperdicio alimentario global, este provoca emisiones de gases de efecto invernadero de 3,3 gigatoneladas equivalentes de CO2. Un 10% de todas las emisiones de GEI en el mundo. Si el Desperdicio Alimentario fuera un país sería el 3º país emisor, detrás de China y EEUU.

Se utilizan 1.400 millones de hectáreas de tierra de cultivo para producir alimentos que serán desperdiciados. Más del 20% de todas las tierras de cultivo. Y malgastamos 250 km3 de agua dulce en producir alimentos que no consumimos. Esto es más del 21% de todo el consumo de agua dulce del planeta. Si con la comida no se juega, con el agua tampoco. La sequía reduce la productividad de las cosechas y los animales, aumenta la inseguridad alimentaria, provoca conflictos por el uso del agua e impacta ambientalmente sobre los ecosistemas naturales.

Naciones Unidas alerta de que es vital aumentar significativamente la calidad y cantidad de la financiación climática para los sistemas agroalimentarios, que debería multiplicarse por siete, al menos. Durante 2019 y 2020 tan solo se invirtieron 100 millones anuales para frenar el desperdicio alimentario. Una cifra insignificante para abarcar todas las necesidades, cuyo cálculo económico asciende a 48.000 millones de dólares. Reducir el desperdicio de alimentos supone una solución climática para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, mejorar la seguridad alimentaria, posibilitar dietas saludables y garantizar la disponibilidad de alimentos.

Infografia Desperdicio Vertical

Los sistemas alimentarios son los responsables de casi el 40% de las emisiones que aceleran el cambio climático. Si ponemos el foco únicamente en el desperdicio alimentario global, este provoca emisiones de gases de efecto invernadero de 3,3 gigatoneladas equivalentes de CO2. Un 10% de todas las emisiones de GEI en el mundo. Si el Desperdicio Alimentario fuera un país sería el 3º país emisor, detrás de China y EEUU.

Se utilizan 1.400 millones de hectáreas de tierra de cultivo para producir alimentos que serán desperdiciados. Más del 20% de todas las tierras de cultivo. Y malgastamos 250 km3 de agua dulce en producir alimentos que no consumimos. Esto es más del 21% de todo el consumo de agua dulce del planeta. Si con la comida no se juega, con el agua tampoco. La sequía reduce la productividad de las cosechas y los animales, aumenta la inseguridad alimentaria, provoca conflictos por el uso del agua e impacta ambientalmente sobre los ecosistemas naturales.

Más de un tercio de la producción mundial de alimentos, concretamente un 32%, acaba en el cubo de la basura. Aproximadamente el 13% de los alimentos producidos entre la cosecha y la venta minorista, es decir, en la cadena de suministro, se perdieron en 2021, el equivalente a 931 millones de toneladas o 120 kilogramos (kg) per cápita. Y en torno al 19% de la producción total de alimentos se desperdicia en los hogares, la restauración y el comercio al por menor.

Naciones Unidas alerta que es vital aumentar significativamente la calidad y cantidad de la financiación climática para los sistemas agroalimentarios, que debería multiplicarse por siete, al menos. Durante 2019 y 2020 tan solo se invirtieron 100 millones anuales para frenar el desperdicio alimentario. Una cifra insignificante para abarcar todas las necesidades, cuyo cálculo económico asciende a 48.000 millones de dólares. Reducir el desperdicio de alimentos supone una solución climática para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, mejorar la seguridad alimentaria, posibilitar dietas saludables y garantizar la disponibilidad de alimentos.

La manera en la que producimos alimentos afecta mucho a la disponibilidad de agua. En España, MÁS DEL 40% del agua subterránea está CONTAMINADA POR NITRATOS procedentes de los residuos de las macrogranjas y de los fertilizantes químicos. Por si fuera poco, el 20% del agua se pierde a través de las redes de abastecimiento. Cifra que equivale al consumo doméstico anual de casi 14 millones de personas.

Solo el 2,5% del agua del planeta es AGUA DULCE: apta para beber, para la agricultura y para la mayoría de usos industriales y uso humano. De ese 2,5%, LA PRODUCCIÓN DE ALIMENTOS CONSUME EL 72%. La cantidad de agua dulce por persona ha disminuido un 20% en las últimas décadas. Por eso es tan importante cambiar hacia modelos de producción que optimicen el uso del agua y ayuden a regenerar su ciclo.

Los EFECTOS de la sequía sobre los sistemas alimentarios son varios: reducción de la productividad de las cosechas y los animales, aumento de los costes de producción, alteración de los precios que pagan los consumidores y que reciben los agricultores, aumento de la inseguridad alimentaria, competencia y conflictos por el uso del agua, impactos ambientales sobre los ecosistemas naturales, etc.

Los sistemas alimentarios son los responsables de casi el 40% de las emisiones que aceleran el cambio climático, lo que aumenta la probabilidad de sequía. Algo paradójico ya que esos mismos sistemas alimentarios sufren esa carestía de agua, poniendo en peligro la producción de alimentos en el futuro. Tenemos que romper este CÍRCULO VICIOSO.

Para 2050, las sequías podrían afectar a más del 75% de la población mundial. La DESERTIFICACIÓN es una degradación a largo plazo y en ESPAÑA acecha a TRES CUARTAS PARTES del país. De hecho, desde la segunda mitad del s. XX los climas áridos en España se han duplicado. Ya son 1.500 km2 al año los que están afectados por este patrón climático, según la Aemet.

Estas son algunas SOLUCIONES para MITIGAR los riesgos de la SEQUÍA: uso de variedades locales adaptadas al clima o con menores necesidades hídricas, diversificación de cultivos y de la producción agraria, reducir la dependencia energética y de insumos en la producción, producir bajo el enfoque de la agroecología, expandir los planes de seguro de cosechas, establecer medios de vida alternativos para diversificar los ingresos en zonas de sequía, desarrollar sistemas de riego sostenibles e implementar sistemas de recolección de agua para reutilizar los recursos hídricos.

El sistema alimentario actual podría estar causando cerca del 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Además de ser responsable de la sobreexplotación de recursos naturales muy escasos, la contaminación de acuíferos o la pérdida de biodiversidad. ¿Somos conscientes de todo lo que implica la producción industrial de alimentos?

Está previsto que el hambre empeore con el cambio climático. El aumento de la temperatura, las sequías, las inundaciones u otros fenómenos que se derivan de él, hacen que cada vez sea más complicado producir alimentos. Y estas consecuencias las viven mayoritariamente las poblaciones que no han contribuido a generar emisiones. Según la FAO, en 2022 casi 800 millones de personas padecieron hambre y alrededor del 29,6 % de la población mundial (2 400 millones de personas) inseguridad alimentaria moderada o grave (SOFI 2023)

El cambio climático amenaza los ecosistemas y los 1.200 millones de empleos que dependen de ellos, como la agricultura, la silvicultura y la pesca. Regiones enteras pueden quedar improductivas y muchos entornos laborales serán demasiado calurosos para trabajar (OIT). Dada la profunda desigualdad de género que existe en el sector agroalimentario, estos cambios los padecerán fundamentalmente las mujeres, que producen el 80% de todos los alimentos del mundo (ONU Mujeres)

Los sistemas alimentarios actuales también son la principal causa de muertes prematuras por dietas insuficientes e insanas. Llevar una dieta saludable es un lujo que no está al alcance de todas las personas, y no seguirla causa 11 millones de muertes al año. En 2021 casi la mitad de la población no podía permitirse una dieta equilibrada, habiendo cada vez más personas obesas a la par que desnutridas en contextos de precariedad y pobreza. (IPES-FOOD)

Existe un círculo vicioso entre cambio climático y alimentación insostenible. No sólo cada vez será más complicado producir alimentos por el aumento de temperatura, sino que la producción de alimentos, especialmente de carne, intensifica el cambio climático. El 67% de la deforestación con fines agrícolas corresponde a monocultivos industriales para la producción de alimentos y piensos en países del sur global para la exportación. Producir una sola hamburguesa supone la pérdida de 5,12 m2 de selva. ¿Cuántas hamburguesas se producen en el mundo al día?

Las emisiones que genera el ciclo completo de las pérdidas y el desperdicio alimentario podrían representar hasta el 50 % de las emisiones generadas por los sistemas alimentarios. (IPES-FOOD) ¿Y todo esto para quién? Cada vez se cuestiona más la distribución de beneficios en la cadena alimentaria. Muchos productores y productoras no reciben precios justos, mientras las personas consumidoras cada vez pagan más por lo que comen.

El sistema alimentario actual podría estar causando cerca del 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Además de ser responsable de la sobreexplotación de recursos naturales muy escasos, la contaminación de acuíferos o la pérdida de biodiversidad. ¿Somos conscientes de todo lo que implica la producción industrial de alimentos?

Está previsto que el hambre empeore con el cambio climático. El aumento de la temperatura, las sequías, las inundaciones u otros fenómenos que se derivan de él, hacen que cada vez sea más complicado producir alimentos. Y estas consecuencias las viven mayoritariamente las poblaciones que no han contribuido a generar emisiones. Según la FAO, en 2022 casi 800 millones de personas padecieron hambre y alrededor del 29,6 % de la población mundial (2 400 millones de personas) inseguridad alimentaria moderada o grave (SOFI 2023)

El cambio climático amenaza los ecosistemas y los 1.200 millones de empleos que dependen de ellos, como la agricultura, la silvicultura y la pesca. Regiones enteras pueden quedar improductivas y muchos entornos laborales serán demasiado calurosos para trabajar (OIT). Dada la profunda desigualdad de género que existe en el sector agroalimentario, estos cambios los padecerán fundamentalmente las mujeres, que producen el 80% de todos los alimentos del mundo (ONU Mujeres)

Los sistemas alimentarios actuales también son la principal causa de muertes prematuras por dietas insuficientes e insanas. Llevar una dieta saludable es un lujo que no está al alcance de todas las personas, y no seguirla causa 11 millones de muertes al año. En 2021 casi la mitad de la población no podía permitirse una dieta equilibrada, habiendo cada vez más personas obesas a la par que desnutridas en contextos de precariedad y pobreza. (IPES-FOOD)

Existe un círculo vicioso entre cambio climático y alimentación insostenible. No sólo cada vez será más complicado producir alimentos por el aumento de temperatura, sino que la producción de alimentos, especialmente de carne, intensifica el cambio climático. El 67% de la deforestación con fines agrícolas corresponde a monocultivos industriales para la producción de alimentos y piensos en países del sur global para la exportación. Producir una sola hamburguesa supone la pérdida de 5,12 m2 de selva. ¿Cuántas hamburguesas se producen en el mundo al día?

Las emisiones que genera el ciclo completo de las pérdidas y el desperdicio alimentario podrían representar hasta el 50 % de las emisiones generadas por los sistemas alimentarios. (IPES-FOOD) ¿Y todo esto para quién? Cada vez se cuestiona más la distribución de beneficios en la cadena alimentaria. Muchos productores y productoras no reciben precios justos, mientras las personas consumidoras cada vez pagan más por lo que comen.

infografia sequia vertical

La manera en la que producimos alimentos afecta mucho a la disponibilidad de agua. En España, MÁS DEL 40% del agua subterránea está CONTAMINADA POR NITRATOS procedentes de los residuos de las macrogranjas y de los fertilizantes químicos. Por si fuera poco, el 20% del agua se pierde a través de las redes de abastecimiento. Cifra que equivale al consumo doméstico anual de casi 14 millones de personas.

Solo el 2,5% del agua del planeta es AGUA DULCE: apta para beber, para la agricultura y para la mayoría de usos industriales y uso humano. De ese 2,5%, LA PRODUCCIÓN DE ALIMENTOS CONSUME EL 72%. La cantidad de agua dulce por persona ha disminuido un 20% en las últimas décadas. Por eso es tan importante cambiar hacia modelos de producción que optimicen el uso del agua y ayuden a regenerar su ciclo.

Los EFECTOS de la sequía sobre los sistemas alimentarios son varios: reducción de la productividad de las cosechas y los animales, aumento de los costes de producción, alteración de los precios que pagan los consumidores y que reciben los agricultores, aumento de la inseguridad alimentaria, competencia y conflictos por el uso del agua, impactos ambientales sobre los ecosistemas naturales, etc.

Los sistemas alimentarios son los responsables de casi el 40% de las emisiones que aceleran el cambio climático, lo que aumenta la probabilidad de sequía. Algo paradójico ya que esos mismos sistemas alimentarios sufren esa carestía de agua, poniendo en peligro la producción de alimentos en el futuro. Tenemos que romper este CÍRCULO VICIOSO.

Para 2050, las sequías podrían afectar a más del 75% de la población mundial. La DESERTIFICACIÓN es una degradación a largo plazo y en ESPAÑA acecha a TRES CUARTAS PARTES del país. De hecho, desde la segunda mitad del s. XX los climas áridos en España se han duplicado. Ya son 1.500 km2 al año los que están afectados por este patrón climático, según la Aemet.

Estas son algunas SOLUCIONES para MITIGAR los riesgos de la SEQUÍA: uso de variedades locales adaptadas al clima o con menores necesidades hídricas, diversificación de cultivos y de la producción agraria, reducir la dependencia energética y de insumos en la producción, producir bajo el enfoque de la agroecología, expandir los planes de seguro de cosechas, establecer medios de vida alternativos para diversificar los ingresos en zonas de sequía, desarrollar sistemas de riego sostenibles e implementar sistemas de recolección de agua para reutilizar los recursos hídricos.

¡Necesitamos un nuevo modelo!

Caminar hacia la sostenibilidad del sistema alimentario es la solución ante la crisis climática y el hambre. También para la rentabilidad de las y los productores y para que las personas consumidoras puedan acceder a productos sanos y sostenibles de manera asequible.

¡Así es el sistema alimentario que queremos!

¡Así es el sistema alimentario que queremos!

  • Un sistema alimentario que cuide a las y los pequeños y medianos productores, en especial a aquellos que deciden producir de manera extensiva y sostenible, invirtiendo en sus explotaciones de manera prioritaria.

  • Un sistema alimentario en el que se promuevan prácticas como la agroecología y la agricultura regenerativa, para que  se reduzca la dependencia de productos químicos, se recupere la  biodiversidad y se haga un uso racional y eficiente de los recursos naturales.

  • Un sistema alimentario que reduzca su huella de carbono, tanto en la producción como en la distribución. Y que mientras contribuye a frenar el agravamiento del cambio climático, obtiene apoyo para la adaptación a sus efectos, como las sequías o las inundaciones.

  • Creemos que transitar hacia otro modelo es posible sin amenazar la rentabilidad del campo, que es fundamental para crear un tejido económico sostenible y fijar población de todas las edades en el territorio rural, que tanto lo necesita.

Queremos que todas las personas puedan alimentarse con productos producidos cerca de casa. Productos sabrosos y frescos que nos hagan sentir orgullosos del lugar donde vivimos y que hacen posible que los productores y productoras reciban un precio justo por su trabajo.

Que los productos más sanos y sostenibles sean más fáciles de adquirir que aquellos que no lo son, como los ultraprocesados (que deberían tener una penalización fiscal y no ser promocionados). Porque llevar una buena alimentación no puede ser un lujo.

Es necesario acabar con el desperdicio alimentario. No podemos permitir que se desperdicie un tercio de todo lo que producimos, mientras el hambre no deja de aumentar y los recursos naturales se agotan o deterioran. Tenemos que ser capaces de frenar este escándalo.

Acabar con el  «Monopoly» de las tierras y los alimentos. No se puede permitir el acaparamiento de tierras y la especulación financiera con los alimentos, que provocan hambre en todos los rincones del mundo. La alimentación es un derecho y no podemos dejar que unas pocas manos jueguen con ella.

Queremos un sistema alimentario más democrático para que las decisiones respondan al bien común y no solo al interés de unos pocos. Todas las personas participamos en él y por eso deberíamos poder decidir sobre las políticas que afectan a cómo se producen, se distribuyen y se consumen los alimentos, que tanto necesitamos.

¡Ha llegado la hora de darle la vuelta al sistema!

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