El pasado 15 de septiembre la FAO lanzó el informe 2023 sobre el progreso de los 29 indicadores de los ODS relacionados con alimentación y la agricultura.
El informe no se limita a los 21 indicadores de los ODS que están bajo la custodia de FAO, sino que incorpora una selección de indicadores a los que la agencia de las Naciones Unidas contribuye, o que tienen consecuencias clave para la alimentación y la agricultura en varios objetivos.
En total, el informe ofrece análisis y tendencias detallados sobre 29 indicadores de ocho Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) —en particular, los ODS 1, 2, 5, 6, 10, 12, 14 y 15— y destaca las esferas en las que hubo progresos y aquellas en las que es preciso realizar nuevos esfuerzos.
Estos indicadores adicionales proporcionan una valiosa información sobre las pérdidas agrícolas causadas por desastres, la distribución de los derechos de tenencia de la tierra, la prevalencia del retraso del crecimiento y la malnutrición, los efectos de las políticas y normativas comerciales internacionales en el comercio agrícola, especialmente en los países en desarrollo y en los países menos desarrollados, y la proporción de degradación de la tierra.
Balance poco optimista
Los últimos datos disponibles para este conjunto de indicadores muestran que la mayoría de las metas de los ODS relacionadas con la alimentación y la agricultura están aún lejos de alcanzarse. Los efectos persistentes de la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), junto con otras crisis como el cambio climático y los conflictos armados, están teniendo repercusiones generalizadas en todas las dimensiones de la Agenda 2030, como la pobreza, la seguridad alimentaria y la nutrición, la salud y el medio ambiente. Los progresos realizados en los dos últimos decenios se han estancado, y en algunos casos incluso se han revertido, agravando los desafíos para erradicar la pobreza y el hambre, mejorar la salud y la nutrición, y combatir el cambio climático.
¿Cómo va el ODS 2 – Hambre cero?
En esta edición del informe (2023) se incluye, por primera vez, una evaluación estadística general de los progresos realizados en relación con el ODS 2 que sintetiza la información de todos los indicadores destinados a lograr el hambre cero, incluidos aquellos de los que la FAO no es el organismo responsable.
Las cifras relativas al hambre en el mundo (indicador 2.1.1) para 2022 se sitúan entre 691 y 783 millones de personas. Desde 2015, el aumento del número de personas hambrientas en el mundo ha mermado prácticamente todos los progresos que se habían logrado durante el decenio anterior. Además, la inseguridad alimentaria (indicador 2.1.2) ha aumentado de forma significativa, pasando del 25,3 % de la población mundial en 2019 al 29,6 % en 2022.
Los indicadores centrados en la malnutrición presentan un panorama desigual. Aunque el retraso del crecimiento (indicador 2.2.1) ha descendido del 26,3 % en 2012 al 22,3 % en 2022, el ritmo de reducción no es ni de lejos suficiente para alcanzar la meta mundial. En 2022, (indicador 2.2.2) el 6,8 % de los niños menores de cinco años padecía emaciación, mientras que la prevalencia de niños con sobrepeso -un 5,6 %- se ha estancado en el último decenio, lo que exige mayores esfuerzos para alcanzar la meta de 2030. Del mismo modo, la prevalencia de la anemia en las mujeres (indicador 2.2.3) —un factor de riesgo en cuanto a resultados maternos y perinatales adversos— no ha mejorado entre 2015 y 2019, último año en que se disponía de datos.
Los pequeños agricultores del mundo producen alrededor de un tercio de los alimentos del mundo, lo que contribuye notablemente a los sistemas agroalimentarios y a las economías de todo el mundo. Sin embargo, la productividad de la mano de obra (indicador 2.3.1) sigue estando a la zaga de la de los productores a mayor escala, con diferencias más acentuadas en países con ingresos más altos. En el 90 % de los países que presentaron información, los productores de alimentos en pequeña escala también presentan unos ingresos anuales medios inferiores a la mitad de la de los productores de alimentos a gran escala (indicador 2.3.2).
En cuanto a los indicadores que miden la dimensión medioambiental de la alimentación y la agricultura, los progresos siguen siendo lentos y desiguales en las distintas regiones geográficas. En la actualidad, el mundo dista mucho de mantener la diversidad de los recursos genéticos y fitogenéticos para la alimentación y la agricultura (indicador 2.5.1).
En 2021, la proporción de países que se enfrentaban a precios de los alimentos entre moderada e inusualmente altos (indicador 2.c.1) era del 21,5 %, por debajo del máximo histórico del 48 % registrado en 2020. Sin embargo, esta cifra sigue estando por encima de la media de 2015-19 (que era un 15,2 %), lo que refleja los continuos aumentos de los precios de los alimentos, respaldados principalmente por los elevados costos de producción y transporte debido al encarecimiento de los fertilizantes y la energía.
Indicadores de otros ODS relevantes para la alimentación y la agricultura
A pesar de su contribución a la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, las poblaciones mundiales de peces están amenazadas por la sobrepesca, la contaminación, la mala gestión y otros factores, incluida la pesca ilegal, con más de un tercio (35,4 %) de las poblaciones mundiales sobreexplotadas en 2019.
Las pérdidas agrícolas atribuidas directamente a los desastres naturales, que están aumentando tanto en frecuencia como en intensidad, ascendieron a 19.300 millones de dólares estadounidenses (en adelante, USD) en 2021, según datos de 22 países. El porcentaje de alimentos que se pierden tras la cosecha en la explotación agrícola y en las etapas de transporte, almacenamiento, venta al por mayor y elaboración se estima en un 13,2 % a nivel mundial en 2021, frente al 13 % de 2016. Estos porcentajes enmascaran mejoras y deterioros a nivel regional y subregional, ya que las estimaciones varían mucho entre las (sub)regiones.
Del mismo modo, aunque el nivel de estrés hídrico mundial se mantuvo en un 18,2 % en 2020, esta cifra oculta grandes variaciones regionales, con ciertas regiones que experimentan niveles elevados o incluso críticos de estrés hídrico.
También persisten las disparidades en el ámbito de la propiedad de la tierra. En un tercio de los países evaluados, menos del 50 % de las mujeres y los hombres que trabajan en la agricultura poseen derechos de propiedad o derechos seguros de tenencia de las tierras agrícolas. Entre los propietarios de tierras, la proporción de hombres propietarios es al menos el doble que la de mujeres en casi la mitad de los países. De los 71 países que presentaron informes sobre el nivel de protección jurídica de los derechos de las mujeres a la tierra (no solo a las tierras agrícolas), cerca del 60 % no tienen ningún nivel de protección de los derechos de las mujeres a la tierra en la ley, o el nivel es muy bajo o bajo.
El desafío de mejorar los sistemas de información
A pesar de los grandes esfuerzos realizados para crear sistemas estadísticos y de datos más sólidos que permitan el seguimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, siguen existiendo importantes deficiencias en los datos. Sin datos completos, desglosados, oportunos y fiables, es difícil medir eficazmente el ritmo de los progresos realizados en las distintas regiones y grupos socioeconómicos, y dirigir los esfuerzos y las inversiones donde sea necesario. Unos sistemas de datos sólidos son esenciales para formular políticas basadas en datos comprobados, anticiparse a las necesidades futuras y diseñar las medidas urgentes necesarias para cumplir la Agenda 2030.
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