Cada 8 de marzo, la sociedad civil, las administraciones públicas, los organismos internacionales y la sociedad en su conjunto se hacen eco del Día Internacional de la Mujer.
Este año Naciones Unidas quiere poner el acento en la igualdad de género en el contexto de la crisis climática y la reducción del riesgo de desastres, que es uno de los mayores desafíos que enfrentamos a nivel mundial en el siglo XXI. Los aspectos relacionados con el cambio climático y la sostenibilidad han tenido y seguirán teniendo consecuencias graves y duraderas en nuestro desarrollo social, económico y medioambiental.
Las personas en situación de mayor vulnerabilidad y marginación son quienes sufren sus efectos más nefastos. Cada vez es más evidente que las mujeres son más vulnerables al impacto del cambio climático que los hombres, ya que constituyen la mayoría de la población pobre del mundo y son más dependientes de los recursos naturales que están bajo la amenaza del cambio climático.
En el acompañamiento a las organizaciones campesinas de Bolivia, Perú, Mozambique y Senegal, lo constatamos a diario. Wilma Mendoza, presidenta de la Confederación Nacional de Mujeres Indígenas de Bolivia, explica cómo ha impactado el cambio climático en sus territorios y en la alimentación de sus comunidades, muy especialmente para las mujeres:
«En el último año hemos observado cómo nuestros medios de vida se han ido perdiendo. Esto nos ha obligado a tener que salir de nuestras comunidades, mayoritariamente a los hombres, lo que provoca que las mujeres tengamos que quedarnos al frente de las familias, con recursos naturales muy erosionados y casi sin producción».
Al otro lado del Atlántico, Ndieme Ndong, habitante de la isla Mar Lodj en la región de Fatick en Senegal, afectada por el continuo avance del nivel del mar y la salinización de las tierras cultivables, nos comparte también el impacto del cambio climático en sus medios de vida:
“Ese fenómeno ha alterado completamente nuestra vida... puedo afirmar que el cambio climático ha destrozado nuestra economía… sus efectos los sentimos mucho las mujeres, pero también los jóvenes, que se ven obligados a abandonar el pueblo para buscar un futuro mejor...”
La participación plena e igualitaria de las mujeres y las niñas en los procesos de toma de decisiones es una de las principales prioridades en la lucha contra el cambio climático. Como reza el lema de ONU Mujeres para este 8 de marzo, necesitamos “Igualdad de género hoy, para un futuro sostenible y más igualitario”.
En el ámbito local, la gestión de los recursos naturales a cargo de las mujeres se asocia con mejores resultados en materia de conservación y gobernanza de estos. Dar a las mujeres un mayor acceso a los recursos productivos, además de promover sus derechos económicos y empoderamiento, puede elevar la producción agrícola, reforzar la seguridad alimentaria y reducir las emisiones de dióxido de carbono.
Si todas las agricultoras a pequeña escala tuvieran las mismas oportunidades de acceso a los recursos productivos que los hombres, su producción agrícola aumentaría entre un 20 y 30% y, por ende calculan que, de 100 a 150 millones de personas dejarían de pasar hambre. Además, aumentar la producción agrícola puede llevar a disminuir la presión por deforestar más tierras, lo que reduciría más emisiones de dióxido de carbono.
Las soluciones climáticas deben adoptar un enfoque de financiación que tenga en cuenta las cuestiones de género. Para forjar un futuro más sostenible, debemos difundir e invertir en tecnologías que aumenten el uso de las energías renovables y limpias, y apoyen la participación de las mujeres en su desarrollo y uso.
Para lograr el desarrollo sostenible y una mayor igualdad de género es esencial seguir explorando las oportunidades, así como las limitaciones, para permitir que las mujeres y las niñas tengan voz y participen en igualdad de condiciones en la toma de decisiones relacionadas con el cambio climático. Desde Enraíza Derechos y junto a las organizaciones de mujeres campesinas con las que trabajamos, promovemos el acceso y control a los recursos productivos, la participación en la toma de decisiones, tanto en espacios públicos como familiares o comunitarios, visibilizando su contribución esencial a la seguridad alimentaria de sus familias, comunidades y de toda la humanidad.
Imagen de Quangpraha_Pixabay